¡Estambul es abundancia!
Abundancia de hambre y de desperdicios.
Abundancia de pobreza y lujos extremos.
Pasan los días y no puedo dejar de sorprenderme de esta abundancia tan grandiosa y tan desconocida para mí.
¡Cuantas personas por las calles!
¡Cuantos vendedores ambulantes!
¡Cuantas ofertas de pescado al pan, agua, simit, sandía, choclo, castañas, solo por nombrar algunas!
¡Cuantos músicos con diversidad de talentos intentando hacerse el día entreteniendo a la población!
¡Cuantos restaurantes!
¡Cuanta variedad de ofertas culinarias!
¡Cuantos autobuses, barcos, trenes, metros, autos y medios de transporte que ni sé como nombrar!
¡Cuanto de todo!
¡Cuantas opciones!
¡Cuantas decisiones que tomar!
Me siento desbordada.
No puedo elegir entre tantas opciones.
Necesito lo simple, lo básico, la tranquilidad.
Vuelvo a la habitación del hotel a refugiarme en el silencio, a recuperar mi paz y regresar a mi centro para poder preguntarme:
¿Qué realmente quiero y necesito?
Hoy elijo lo SIMPLE y no es nada FÁCIL tomar esta decisión en medio de la abundancia extrema.